Yo he sido sixtino desde que conocí el carlismo. Don Sixto fue mi primera lealtad política. Los argumentos de los sixtinos siempre me parecieron decisivos: no puede haber carlismo sin pretendiente. Más de una vez intenté afiliarme a la Comunión Tradicionalista, pero los cauces informales por los que operan hacían más bien inútil el asunto, no estando los sixtinos presentes en Vascongadas. Más de una vez intenté publicar en La Esperanza, pero no contestaron a mis correos. Mi contacto con la CTC y los «cetáceos» ha sido escaso y de carácter siempre personal e informal. Con todo el respeto que me merecen sus miembros, nunca me ha atraído particularmente como organización ni me atrae hoy más que ayer. La mayoría de mis amigos tradicionalistas han sido y son sixtinos. Todo este análisis, por tanto, no viene de un resentido de la Secretaría, ni de alguien que tenga el más mínimo rechazo por Don Sixto. Es precisamente el amor que tengo a S.A.R. Sixto Enrique de Borbón lo que más doloroso hace verle reducido al estado en el que se encuentra, sin ningún familiar que tutele por él y lejos del cariño de sus leales.
Doleo super te, frater mi Ionathan, suavis nimis mihi; mirabilis amor tuus mihi super amorem mulierum. Quomodo ceciderunt fortes, et perierunt arma bellica!
Ahora bien, y aquí estoy en una pequeñísima minoría: el Don Sixto por el que sigo guardando una entrañable lealtad es el Don Sixto verdadero, Son Altesse Royale Sixte-Henri de Bourbon-Parme, y no el monigote —regio y augusto, integrista y rígido monigote— que durante años creó su ex-Secretaría Política. Porque la antigua Secretaría Política ha mentido. O al menos ha falseado la verdad. Una buena parte de esas mentiras serían más bien silencios y medias verdades, comprensibles y aun defendibles en muchos puntos. Algunas de esas mentiras son blancas, lo que llamaríamos un faux patriotique, necesarias para impulsar la causa. Mentirijillas. Otras mentiras han sido mayores, y parece difícil pensar que hayan tenido una finalidad tan honorable. Pero después de veinte años creando una falsa imagen, adiecit et hoc supra omnia la mentira última y mayor, ocultando la incapacidad legal y natural de Don Sixto bajo el subterfugio de su accidente de 2001. Esto es absolutamente injustificable, y hace naderías todo lo demás. Vamos a poner en contexto esa mentira, porque sólo puede entenderse cómo nos han mentido en eso cuando se tiene una idea del modo en que han mentido con todo lo demás.
Para empezar: ¿Quién es Don Sixto?
S.A.R. Sixto Enrique de Borbón (1940-) no fue bien educado en el carlismo. Alberto Ruiz de Galarreta en sus Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español señala «la falta de formación» como una de las causas de la defección de Carlos Hugo. Conviene citar el fragmento entero:
«La falta de formación en general, incluida la religiosa, en todos los hijos de Don Javier, llamó la atención de los conspicuos desde los primeros contactos. Sabían poco de Carlismo, de su historia y de su doctrina. Lo poco que fueron aprendiendo, de oído, de aquí y de allá, no lo repetían luego como en una lengua materna, sino adquirida, con tono poco natural y notables equivocaciones e insuficiencias. Don Javier recordaba la figura, tan frecuente, del hombre de negocios, enormemente atareado, que no tiene tiempo para estar con sus hijos y educarles. Viajaba incesantemente por Europa, al servicio de actividades poco conocidas y aun misteriosas, algunas de ellas al servicio de la Santa Sede. Él sí que conocía con absoluta naturalidad y familiaridad la historia del Carlismo, y se movía en sus senderos doctrinales con absoluta soltura. Pero sus hijos tardaron mucho tiempo en tener ideas claras acerca del papel y de las actividades de su padre. Por ejemplo, en 1983 (!), el Infante Don Sixto no se había enterado todavía del Acta de Puchheim de 17 de enero de 1965, que es la piedra angular de sus derechos y de sus pretensiones políticas.
Don Carlos Hugo [y Don Sixto, podemos añadir] había crecido en París como un francés más en unos ambientes que no recordaban a los de la Cristiandad, sino por contraposición»1
Esta ignorancia puede hacer más comprensible que Don Sixto, en una entrevista de 1971 en una revista argentina, se alegrara de la conmutación de las penas del Proceso de Burgos2. Quien quisiera hacer sangre con este fragmento sin duda que estaría actuando de mala fe, pues sus servicios posteriores hacen innegable su inquebrantable adhesión a la unidad de España y repudio del marxismo y el separatismo, errores que combatió con grave peligro en Montejurra 76. Pero esta anécdota nos permite a lo menos hacernos una idea de lo perdido que andaba.
Hasta dónde sé, la actividad pública de Don Sixto no comienza verdaderamente hasta la abdicación de su padre en Carlos Hugo el 20 de abril de 1975. En una carta del día siguiente a Arturo Márquez de Prado, de signo tradicionalista, expresa el deseo de que su hermano rectifique, estando en su defecto dispuesto a aceptar la responsabilidad que como Infante de España le corresponde3.
El 14 de septiembre de ese mismo año Carlos Hugo manda un requerimiento notarial a Don Sixto exigiéndole que le reconozca como Rey y abanderado del partido carlista. No hace falta comentar hasta qué punto es absurdo que un marxista requiera que le reconozcan como rey de nada. En cualquier caso, Don Sixto contestó por una muy conocida carta de 22 de septiembre de 1975, que conviene reproducir aquí en su integridad:
Madrid, 22 de septiembre de 1975
A S.A.R.
D. Carlos-Hugo de Borbón-Parma
PARÍS
Querido Carlos:
Recibo un requerimiento notarial firmado por dos miembros de tu Junta de Gobierno, en el que se me conmina para que, en el plazo de diez días, conteste reconociéndote como Rey y abanderado del partido carlista.
Siempre respeté tus derechos como sucesor en la dinastía y jamás interferí públicamente en tus decisiones.
A pesar de tus graves posiciones ideológicas y pactos inadmisibles en contradicción manifiesta con las esencias de la Comunión Tradicionalista-Carlista, y olvidándote de la razón del sacrificio heroico de nuestros requetés, no he querido pronunciarme por respeto a nuestro Padre y porque he venido esperando una rectificación de tu parte, que he deseado de todo corazón.
Hoy, después de la forzada abdicación de nuestro Padre, me obligas, con el documento que acabo de recibir, a definirme públicamente y tomar la firme decisión de mantener en alto la bandera de la Comunión Tradicionalista-Carlista que tú has abandonado; y ello por lealtad al Pueblo Carlista, al cual nos debemos, y por fidelidad a los grandes principios de nuestra Causa que son inalterables, sin pretender con ello arrogarme derechos que no me corresponden.
Quiero al mismo tiempo recordar la pureza de ideales de nuestro Padre que, con ejemplar sacrificio, tan grandes servicios ha prestado al Carlismo y a España.
Manteniéndome fiel a los principios básicos de la Comunión Tradicionalista-Carlista, confío servir mejor así a nuestro pueblo, y con él a España.
Tu hermano,
Sixto Enrique de Borbón
A partir de este momento comienza a actuar como jefe de la Comunión Tradicionalista, nombrando el 26 de septiembre a Márquez de Prado jefe nacional de requetés. Estos documentos ciertamente que brillan por su dignidad y su pulcritud doctrinal carlista. ¿Significa esto que Don Sixto fuera un tradicionalista de pro? Es complicado.
Lo cierto es que Don Sixto, en aquella época y por muchos años, no se movió exclusivamente en el ámbito de la Comunión, sino que mantuvo extensas redes de contactos en la extrema derecha española y europea. Por supuesto, podrán encontrarse comunicados publicados en su nombre católicos catolicísimos, castizos y carlistones, de las Españas españolísimas sin mixtura alguna de errores europeos. Pero su colaboración con la Comunión Tradicionalista, incluso como Abanderado, es sólo una parte de su actividad política en la época. Esto no es ningún secreto para quien investigue. Comencemos, para hacernos una composición de lugar, con las referencias que nos presenta en su autobiografía el ultraderechista Ernesto Milà, implicado en los sucesos de Montejurra 76:
«Della Chiaie era un buen amigo de Sixto Enrique de Borbón. Se conocían desde hacía tiempo y habían hecho buenas migas. Nosotros no lo conocíamos, pero Della Chiaie garantizaba que era un tipo valiente, amigo de sus amigos, con un alto sentido del honor y de la lealtad y que, era una pena, que teniendo cualidades personales innegables incluido un evidente atractivo personal, redujera su ámbito de influencia a los altos muros del carlismo (que por lo demás estaba multifraccionado). Se trataba de promover la imagen de Sixto Enrique al rango de “hombre de la situación”. Católico, no hacía de la religión el eje de su discurso, sino que vivía la religión en sí mismo con intensidad pero sin estridencias; su educación era “europea” (habla todas las lenguas europeas y, al mismo tiempo, ha realizado estancias más o menos prolongadas en casi todos los países de Europa Occidental), y esto era importante porque (…) El que Sixto fuera un hombre de educación europea, pero que, al mismo tiempo vástago de la familia real carlista, lo hacía muy receptivo a lo que nosotros llamábamos “dimensión europea”.
Así pues, jugar la carta de Sixto Enrique de Borbón para intentar ubicar en torno suyo a la extrema-derecha del post-franquismo era una opción, desde luego para algunos de nosotros más atractiva que la de Blas Piñar. Por eso se organizó el Montejurra-76. En el carlismo, Sixto tenía “partidarios” que lo trataban —y lo tratan— de Alteza Real. Para nosotros era, ante todo, un “camarada”, alguien que estaba junto a nosotros, que estaba con nosotros y que, cuando hacía falta se ponía al frente nuestro.
(…)
Ese pequeño círculo de admiradores incondicionales [de Blas Piñar] fue fraguando con el tiempo y Blas solamente tenía contacto con la realidad política de su propio partido a través de ellos (…) Con Sixto, en cambio, esto jamás hubiera ocurrido. Era un hombre de mundo que conocía lo que era la adulación y sabía distinguirla de la camaradería. El adulador suele ser un incapaz, arribista y oportunista de la peor especie que luego, una vez ha alcanzado la promoción a la que aspira, da el peor de los resultados.
(…)
Sixto Enrique, en cambio, no tenía fijaciones de este tipo. Era más accesible, menos complicado, más directo, especialmente para los que lo tratábamos como un camarada, más que como Alteza Real. Por eso lo veíamos en el primer trimestre de 1976 como una alternativa a Blas.
(…)
De ahí el riesgo de que Blas y sus prácticas siguieran como eje de la derecha nacional. Podía intentarse la carta de Sixto Enrique en Montejurra 76
(…)
La situación en abril de 1976 era la siguiente: el franquismo se desmantelaba a marchas forzadas, la oposición democrática —en la que el PCE era, con mucho, el grupo mayoritario, más homogéneo y más coherente— avanzaba cada día un trecho, las “fuerzas nacionales” no lograban salir de su estado de postración, desmoralización e incredulidad sobre lo que estaba pasando. Era preciso dar un aldabonazo: demostrar que podía resistirse a la ofensiva de la izquierda y, por primera vez, desde noviembre de 1975, cerrar el paso a la izquierda ¿dónde?: En Montejurra a donde en los últimos años, más que carlistas, lo que acudían a aquel tradicional acto, eran grupos de toda la oposición democrática. Acudir a Montejurra era la mejor muestra de que se estaba dispuesto a recuperar el terreno perdido. Y eso prestigiaría la figura de Sixto Enrique como alternativa a Blas. Por eso se organizó la Operación Reconquista. Si esa era la intención, luego todo se torció. Y no está claro ni el por qué, ni el cómo.
(…)
Lo que se trataba era de realizar una concentración de masas en Montejurra, no de matar a nadie. Es innegable de dónde partieron los disparos que en la campa de Estella acabaron con la vida de Aniano Jiménez, pero no está tan claro lo que ocurrió entre la niebla en las faldas del Montejurra donde murió Ricardo García Pelejero. No estuve en Montejurra (nadie me avisó, o mejor dicho, la persona encargada de hacerlo, prefirió no hacerlo para evitar, a su vez, que yo le obligara a ir a un episodio que se preveía duro), pero años después comentando con Sixto Enrique el episodio me reconoció que ignoraba por completo lo que había ocurrido entre la niebla y de dónde vinieron los disparos. A mí no hubiera tenido por qué ocultármelo (…) muy posiblemente se produjo una intervención completamente ajena a los dos grupos. Hay otro elemento que refuerza esta hipótesis.
Se habló de “mercenarios internacionales” que participaron en la concentración al lado de Sixto. No es cierto. La palabra “mercenarios” implica remuneración interesada, los extranjeros que estuvieron allí lo estuvieron por convicción. Y aquí viene la cuestión clave. En las fotos publicadas el lunes siguiente al incidente en la campa de Estella pude distinguir con claridad a Augusto Cauchi (un italiano exiliado al que yo mismo había introducido en España) detrás del carlista que fríamente había disparado a quemarropa contra Aniano Jiménez. Algo más atrás podía verse con claridad a otro camarada francés, ex miembro de la OAS, Jean Pierre Cherid que luego participaría en la peripecia de los GAL, muriendo en la aventura. Sin embargo, en aquel momento, ni la prensa, ni el ministerio de gobernación, ni los servicios de inteligencia nacionales o extranjeros, filtraron noticia alguna sobre la presencia de todos ellos. Tampoco se produjeron órdenes de busca y captura (…) en el mes de diciembre de ese mismo año, sin embargo, a poco de iniciarse el mes, Cuadernos para el Diálogo publicó esas mismas fotos con los nombres de los asistentes e hizo algo más, publicó otra fotos, inéditas hasta ese momento, tomadas con teleobjetivos de gran potencia en las que se veía, prácticamente en primer plano a Delle Chiaie. ¿Por qué entonces no se publicaron y siete meses después sí? La respuesta es muy simple: por que entre diciembre de 1976 y enero de 1977 se estaban calentando motores para dar el gran vuelco a la transición. Algún organismo de inteligencia estaba filtrando las fotos según las conveniencias políticas.
(…)
En Montejurra, fallaron muchas cosas. Y no todas fallaron ingenuamente o por negligencia (…) Cuando se extinguió el último eco de los disparos en el Montejurra, Sixto Enrique era un personaje políticamente quemado. La prensa lo responsabilizó de contratar mercenarios extranjeros, de acudir al acto con voluntad homicida, de ser un desestabilizador en potencia. No había ya nada que hacer: el eje de la extrema-derecha, ya que no de la derecha nacional, giraría en torno a Blas Piñar»4
Este testimonio es muy interesante. Si en algunos puntos contradice el relato neo-sixtino de los sucesos, en otros lo confirma. En primer lugar, lo que nos interesa señalar es que la red de contactos extremoderechistas de Don Sixto durante la Transición es un hecho innegable (con este testimonio debería ser suficiente, pero lo iremos confirmando con varias otras pruebas). Esto nos permite presentar la tesis, que resulta difícil de negar una vez se toman en cuenta el conjunto de los datos, de que algunos tuvieron el plan —que Don Sixto no podía desconocer, y del cual Montejurra 76 fue una pieza clave (y, con su fracaso, su final efectivo)— de hacer a Sixto Enrique el líder de una amplia alianza de la extrema derecha en España, que fuera desde los neofascistas hasta los franquistas, pasando por los tradicionalistas. Sin que eso quite a Don Sixto su carácter de verdadero tradicionalista, resulta difícil negar que al encumbrarse como Abanderado de la causa tradicionalista no tuviera la intención de integrar la Comunión en esa estrategia.
Esta tesis podrá parecer ofensiva a algunos. Pongámosla en contexto. En primer lugar, que Don Sixto fue durante la Transición partidario de una alianza amplia de la extrema derecha no es ningún secreto. Él fue el principal impulsor en el 79 de la coalición de la Comunión Tradicionalista con Fuerza Nueva, como reconoce el addendum a la Breve historia5. Ahora bien, si va a haber tal alianza, ningún partidario del Abanderado podrá negar que preferiría verla liderada por S.A.R. que por Blas Piñar. En el contexto de total desorganización de la extrema derecha y desmovilización de las fuerzas nacionales que fue la Transición —efecto de los cuarenta años de señorío que habían hecho olvidar a la derecha cómo operar en la moderna política de partidos— la agrupación bajo un sólo liderazgo de todas las fuerzas afines —en sentido muy amplio— al 18 de Julio podría haber obrado maravillas, si ese liderazgo hubiera sido verdaderamente capaz e inspirador, digno de la tarea titánica que estamos considerando. Proponer a Sixto Enrique como ese hombre de la Providencia no era una locura. Por su ascendencia, por sus virtudes, por su inteligencia, por sus amistades, por su hacienda, por su juventud y apostura, quizás podría haber unido a gentes tan dispares.
Este planteamiento, que es el que nos presenta Ernesto Milà, se ve confirmado también por Stefano Delle Chiaie, participante de Montejurra 76 que fue por muchos años la principal figura de la Internacional Negra, y que dice en sus memorias:
«Conozco a Sixto y albergo por él una sincera estima. En 1965, con el falso nombre de Enrique Aranjuez, se enroló en el Tercio, la legión extranjera española, para obtener la ciudadanía española, él que había nacido en Francia.
Inteligente y culto, Sixto compartía nuestra línea doctrinal, con una visión supranacional de la política. Lo consideraba el hombre adecuado para guiar un movimiento nacional revolucionario. Desde la desaparición de Franco, había emergido una vasta área nacional segmentada en pequeños grupos y personas singulares a la búsqueda de un punto de referencia. La muerte de Carrero Blanco había provocado un vacío y el Caudillo a su muerte no había dejado detrás de sí alguna dirección clara y coherente.
Hacía falta un diseño político y los que evocaban a Franco lo hacían sentimentalmente, sin saber qué hacer y a menudo con opiniones divergentes cuando no incluso en conflicto.
Blas Piñar, jefe del movimiento Fuerza Nueva, parecía navegar sin rumbo en este mare magnum de insignificancia. No suscitaban, ni él ni Fuerza Nueva, ningún entusiasmo. Su insulsa posición nacionalcatólica no era atrayente, y sobre todo no lo era para los jóvenes, que estaban en búsqueda de una guía creíble y enérgica.
En este panorama para nada alentador, entreveía en Sixto la capacidad de guiar y unir las fuerzas dispersas en un partido que supiese entender nuestras demandas. Montejurra fue la ocasión para hacer despegar esta estrategia. Convoqué a varias facciones y les convencí de mi punto de vista»6
En este contexto debemos poner Montejurra 76, y quizás no sea aventurado pensar que Don Sixto fue engañado, arrastrado a ese desastre por las cloacas del Estado, que querían neutralizar a la extrema derecha en vistas a una más pronta transición a la democracia. Y es que la alianza amplia de la derecha que Don Sixto tenía en mente abarcaba, al menos en su intención, también a algunos sectores de ese Estado español del 76 que todavía tenía tantos franquistas moderados y que todavía se asentaba en la legitimidad del 18 de Julio. Ello hace más comprensible el hecho de que para la preparación de Montejurra 76 Don Sixto colaborara en varios aspectos con el Estado, colaboración que probablemente terminó causandu su ruina. Algunos detalles de esa colaboración, que en ciertos puntos dejan bastante mal parada la causa legitimista del sixtinismo, se vinieron a conocer el año pasado, cuando se desclasificaron varios documentos, entre los que destaca una carta a Manuel Fraga del gobernador civil de Navarra José Ruiz de Gordoa sobre una reunión que tuvo con Don Sixto y Arturo Márquez de Prado en el hotel Tres Reyes de Pamplona, en la que se planea una reconquista tradicionalista de Montejurra y «D. Sixto mostró total acatamiento a la persona de S.M. el Rey D. Juan Carlos I»:
Las explicaciones que recientemente se han intentado dar a este testimonio desde el ámbito de la Comunión Tradicionalista son absolutamente ridículas. En primer lugar, no puede pensarse que haya intención de engañar, pues esta es una comunicación privada, y Gordoa no podría haber dejado de informar a sus superiores si Don Sixto hubiera planteado un reto sucesorio. Félix Mª Martín Antoniano, tan listo para algunas cosas, propone que «la simple finalidad religiosa de D. Sixto Enrique y —por consiguiente— la ausencia de toda reivindicación para el acto concreto de Montejurra, fueran interpretadas por el Sr. Gordoa y Quintana como un “acatamiento” a Juan Carlos, eso sólo es una más que probable confusión suya que el mismo Duque de Aranjuez ya se encargaría de despejar unos pocos días más tarde»7. Para empezar, que hable de «simple finalidad religiosa» hace a uno preguntarse si se ha molestado en leer el documento, donde se ponen como objetivos «responder a cualquier planteamiento huguista (…) iniciar un caldeamiento del ambiente con alto sentido patriótico (…) en contra de la orientación marxista del llamado “Partido Carlista”», etc. Si esto se pone en relación con los testimonios de Milà y Delle Chiaie, no puede dudarse de que hubiera una finalidad política, lo que no va en absoluto contra el carácter religioso de la romería a Montejurra, porque restaurar una peregrinación católico-monárquica secuestrada por traidores marxistas es de suyo algo político. Pero si lo que quieren hacernos creer es que todos los que iban en la comitiva de Don Sixto no tenían otra intención que peregrinar, a S.A.R. no le deberían nombrar sólo Rey sino también Apóstol, por haber llevado a penitencia a tantos fascistas del mundo entero.
Esta hipótesis de que Ruiz de Gordoa sencillamente entendiera mal a Don Sixto muestra también un total desconocimiento sobre la persona de Gordoa, hombre del régimen inteligentísimo. Humilde hijo de pastores, en su pueblo hicieron una colecta popular para becarle y que pudiera ir al colegio todos los días, cuando sus profesores repararon en su precoz inteligencia. Llegó a ingeniero, y, acompañando al Diputado General de Álava en una reunión con el Jefe del Estado, a Franco le bastó hablar unos minutos con él para despachar al día siguiente la orden de que le hicieran nuevo Diputado General. Ninguna persona razonable puede negarle a Franco la capacidad de leer a las personas, como no lo hacía Tejada al dar «crédito a las calidades personales del Generalísimo»8 en lo referente a su juicio negativo de Carlos Hugo, con lo que no hay ninguna razón para pensar que Gordoa no fuera un hombre de gran inteligencia, como supo ver el Caudillo. Los que quieren que tomemos a Gordoa por tonto nos toman más bien por tontos a nosotros, como si fuera posible siquiera a un idiota confundirse respecto de un «total acatamiento (…) sin plantear ningún problema a la Monarquía (…) sin presentar ningún problema dinástico».
Asimismo, Don Sixto también mostró su acatamiento a Juan Carlos en persona en las dos entrevistas que tuvo con él, en 1974 y 1976. El propio Don Sixto ha hablado de esos encuentros en al menos dos ocasiones, en las que contó fundamentalmente lo mismo. En un libro-entrevista publicado en 2009 al que tendremos la ocasión de volver, resumió así su contacto con Juan Carlos:
«Es cortés, amable, agradable en el trato, pero me pareció un oportunista. La primera vez que me recibió, un año antes de la muerte de Franco, me habló bien de él y mal del carlismo. Cuando le volví a ver tras la muerte del Caudillo, me habló mal de él y muy bien del Príncipe Javier»9
Esto ya de por sí dice mucho. Es evidente que ni Carlos V ni Carlos VII habrían admitido jamás ser recibidos por los usurpadores como súbditos en el palacio que en estricto legitimismo les pertenecía a ellos. No en vano Alfonso Carlos consideraba, en la carta que citamos en el anterior artículo, que visitar el palacio de Madrid era un reconocimiento implícito de Alfonso XIII. Podría pensarse que Don Sixto aprovechó la circunstancia para plantarse ante Juan Carlos y reivindicar los derechos carlistas, pero no hay ningún testimonio de ello, y al menos podemos dar por seguro que no hizo tal en 1974. Si en esa primera reunión hubiera reclamado incondicionalmente los derechos de su padre, sin duda que no habría sido invitado una segunda vez. Por lo demás, ni Fraga ni Gordoa podrían haber dejado de conocer el asunto en los dos años que corrieron hasta los sucesos de Montejurra, con lo que si Don Sixto se hubiera mostrado entonces como un inquebrantable legitimista no podrían haber creído en el 76 que no era una amenaza dinástica. En lo que toca al contenido de su segunda reunión, tenemos además un testimonio interesantísimo del carlista Miguel Orts Timoner, que cuenta que
«Ramón y yo quedamos perplejos ante la reacción de José Arturo Márquez de Prado y Juan N. Sáenz Díez al venir de acompañar a don Sixto a su primera visita a La Zarzuela en 1976: Venían satisfechísimos de que don Juan Carlos reconociera a don Sixto como “Abanderado de la Comunión Tradicionalista”. Ignoro si en la posterior visita de su hermano mayor al Jefe del Estado, éste le habría contentado de similar modo como “Líder del Partido Carlista”»10
Por supuesto, algunos podrán decir que Orts está mintiendo. En ese caso sería muy poco agudo por su parte apelar a otro testigo del hecho, con el que podría entrar en contradicciones. El propio Ramón Mª Rodón, en la tesis doctoral convertida en libro donde se encuentra el anterior testimonio, está muy lejos de mostrar intención de difamar a Don Sixto, antes bien procura quitarle responsabilidad por el desastre de Montejurra, y termina adhiriéndose a la posición de los que «aguardando un pronunciamiento claro por parte de alguno de los dos hijos varones de don Carlos Hugo, consideran al Infante don Sixto como el último eslabón tangible de la cadena que une al Carlismo con la Casa de Parma»11. Quien dude de este testimonio debería ofrecer para ello razones de peso, habida cuenta de la gravedad del asunto.
Por lo demás, que la entrevista del 76 no fue percibida por Juan Carlos como una amenaza a la legitimidad que había recibido de Franco, podemos saberlo si se atiende a sus relaciones inmediatamente posteriores con la Comunión Tradicionalista de Don Sixto, después de que fuera legalizada en febrero del 77 —según Orts Timoner, por la intercesión de ciertos tradicionalistas afines al juancarlismo12. Y es que al funeral por Don Javier que organizó la Comunión Tradicionalista de Don Sixto en junio de 1977 Juan Carlos envió como representante al Duque de Calabria, que ocupó un sitio de honor en el lado del Evangelio, como puede verse en la prensa de la época13. Sinceramente, esto me parece más difícil de casar con la dignidad legitimista que las componendas privadas a las que, movido por la necesidad, Don Sixto pudiera llegar con Juan Carlos u otras autoridades del Estado. Sin embargo, no conozco los detalles así que me abstengo de juzgar. Lo que no se puede negar es que la entrevista del 76 fue de tal carácter que Juan Carlos se sintió en posición de enviar un representante a la misa funeral de Don Javier, y que ese representante fue recibido con honor.
Si yo tuviera que apostar sobre lo que ocurrió en esas reuniones, diría que Don Sixto no renunció propiamente a los derechos de su familia, sino que sencillamente le presentó a Juan Carlos la situación con realismo: que la legitimidad dinástica que los carlistas reivindicaban era otra distinta a la que Franco le transmitía, y que en ese momento la intención inmediata de los tradicionalistas no era derrocar la monarquía del 18 de Julio (que pronto se convertiría en la seudomonarquía del 6 de diciembre, para desgracia de los españoles), sino organizarse para servir católicamente al bien común de España en la política de partidos que se venía. Es decir, que ese acatamiento a Juan Carlos como sucesor de Franco probablemente no fue ni mayor ni menor que el que se dio tantas veces al propio Franco en base a la legitimidad del 18 de Julio, y la posición de líder de los tradicionalistas que Don Sixto reivindicaba en el 76 bajo el nombre de Abanderado de la Tradición no era radicalmente distinto al que reivindicaba su padre en 1952 bajo el nombre de Rey de los Carlistas. Esto no representa necesariamente una rendición total, pero sí que fue una adaptación a la realidad que no puede casarse con el legitimismo más estricto que se practicó en la Comunión Tradicionalista —con la importante excepción de las negociaciones de 1931— hasta la Regencia Don Javier.
A partir de aquí sería un exceso defender que Montejurra 76 no fue más que una operación estatal en la que Sixto Enrique fue una voluntaria marioneta. Baste para eso con ver la comunicación de Gordoa, en la que afirma claramente que se mostró contrario a que Don Sixto se presentara personalmente en Montejurra. También sería una falsedad pintarlo, tal y como hacen algunos, como una operación de terrorismo de Estado contra el Partido Carlista en la que Don Sixto hubiera colaborado. La reconquista de Montejurra era una causa tradicionalista y nacional que no podía sino resultar deseable a todos los carlistas, y para la que Don Sixto y Pepe Arturo quisieron coordinarse con la administración porque en aquellos tiempos todavía había —o eso creían ellos— elementos en el Estado con los que podían aliarse, y era muy difícil actuar sin al menos la tolerancia de las fuerzas de seguridad. Nótese que lo acordado y planeado no fue ni más ni menos que una manifestación tradicionalista multitudinaria, en la que no se tenía intención de matar a nadie. Si fueron armados fue porque en aquella época era necesario para prepararse ante todas las coyunturas, como fueron armados también unos cuantos carloshuguistas y sus aliados etarras. Si algún exaltado del lado de Don Sixto disparó a matar —como lo afirma Milà en relación a los disparos que mataron a Aniano Jiménez, pero no respecto a los que se dieron en la falda de la montaña—, ciertamente que fue contra la voz de mando.
Sin embargo, esto es suficiente para mostrar que Montejurra 76 no se proyectó, en la mente de Don Sixto, como una operación pura y simplemente legitimista, sino como un esfuerzo mucho más amplio de reagrupamiento de las fuerzas nacionales, en el que los amigos fascistas de Don Sixto aspiraban a «jugar la carta de Sixto Enrique de Borbón para intentar ubicar en torno suyo a la extrema-derecha del post-franquismo (…) por eso se organizó el Montejurra-76». Dentro de esa estrategia, tampoco se puede negar que la colaboración con Juan Carlos como sucesor de Franco a título de Rey tuviera lugar. Si bien se apartó del estricto legitimismo y colaboró con algunas amistades cuestionables, no creo que Don Sixto hiciera mal en eso. Hizo lo que tenía que hacer por Dios y por España, que es la causa última a la que sirven los tradicionalistas.
Esa agrupación de las fuerzas nacionales era, como ya he dicho, un proyecto ambicioso y defendible en muchos puntos. Es posible, sin embargo, que fuera ese carácter no-carlista (o no exclusivamente carlista, a lo menos) que tantos se olieron lo que resultó finalmente en el rotundo fracaso de asistencia de mayo del 76. Probablemente la sombra del terrorismo y el temor de que pudiera haber problemas, como de hecho los hubo, apartó también a mucha gente. No tengo idea de cuántos tradicionalistas podía haber en ese momento en España, pero si hubieran acudido en bloque a Montejurra, sin duda que podrían haber superado en número a los chalados carloshugistas —que no merecen otro nombre, porque un marxista podrá ser malo, pero un marxista sedicente carlista sencillamente está loco. En cualquier caso, hubo fallos inmensos de organización cuyos detalles difícilmente podemos conocer. Montejurra 76 fracasó como operación tradicionalista y como operación extremoderechista. Sin embargo, de fracaso pasó a desastre cuando el asunto terminó con dos muertos que cargaron a Don Sixto, lo que destruyó su figura política.
Que el carácter de Montejurra 76 no fue puramente carlista, por lo demás, no es algo que haga falta demostrar mediante testimonios, pues contamos con fotografías donde se puede ver todo el plantel de extremoderechistas del que Milà habla, y podemos ver también lo cerca que están de García-Verde, el carlista que fue acusado de matar a Aniano Jiménez, fallecido en 2001 y que era primo de José Ramón García Llorente, padre del sacerdote de la FSSPX (HSSPX para los observantes) José Ramón García Gallardo, actual Capellán Real de Don Sixto. Sinceramente, desconozco si García-Verde mató o dejó de matar a Aniano Jiménez, y eso se sale del objeto de este artículo. A quien le interese puede leer la defensa de su persona que Martín Antoniano hace aquí. En cualquier caso, si así hubiera sido eso sólo muestra que un carlista exaltado hizo un uso ligero y sin autorización del gatillo, ante una turba violenta en la que también —no sé si en particular en el grupo de Aniano Jiménez, pero sí en general entre los carloshuguistas— había armas de fuego.
Lo que sí que es más interesante es que se pueda ver a todo el elenco de personajes neofascistas en Montejurra, y, según parece, cerca de la comitiva real. En la imagen con Augusto Cauchi en el centro, lo más granado del fascismo internacional se puede ver justo al lado de García-Verde, carlista notorio. En la principal fotografía de Don Sixto en ese día fatídico, puede verse claramente un paso detrás de él al argentino Emilio Berra Alemán, antiguo militante del Movimiento Nacionalista Tacuara (nacionalsocialista católico). La prensa española afirmó que era de la Triple A, pero no estoy seguro de que esa acusación se haya llegado a probar. En otra fotografía —que sólo he encontrado en un formato muy pequeño— puede verse a Jean Pierre Cherid, de la OAS, junto a Emilio Berra. En otra fotografía se encuentra el mismo Cherid junto a Rodolfo Almirón, de la Triple A. Sobre este Cherid dice Delle Chiaie en sus memorias que ese mismo año Don Sixto intercedió ante unos amigos libaneses para salvar a su hermano de la pena de muerte14.
En resumen, que andaban todos cerca, muy cerca. S.A.R., suponiendo que su intención hubiera sido la de ir acompañado sólo por carlistas de pura raza, dejó a Emilio Berra que se le pusiera extrañamente cerca. También García-Verde, carlista desde la cuna, estaba sospechosamente cerca de la comitiva de la Internacional Fascista. Y estoy seguro de que en estas fotografías pueden encontrarse bastantes más personas extranjeras y ajenas al carlismo, aunque sean mucho menos conocidas que Cauchi o Delle Chiaie. El que tenga el tiempo y la habilidad para jugar a este quién es quién del nacionalismo internacional podrá entretenerse con esta otra imagen, en la que se ve a Don Sixto a la izquierda:
¿Cómo llegó allí esa gente? ¿Eran infiltrados de las cloacas del Estado, enviados para reventar la Operación Reconquista? Alguno puede que sí. También es posible que la operación se reventara sola por ciertos errores de organización y la exaltación de algunos. Pero por lo que respecta a la mayor parte de estos extranjeros neofascistas, y en particular a Delle Chiaie, la respuesta es muy sencilla: estaban allí porque Sixto les había invitado. Y les invitó porque eran sus amigos. Evidentemente, eso no quiere decir que Sixto conociera ni condonara, mucho menos que colaborara, con las peores acciones que algunas de estas personas cometieron o supuestamente cometieron, ni antes ni después de esto. Don Sixto jamás ha estado implicado ni acusado, con razón o sin ella, en ningún caso ni supuestos caso de terrorismo de la Internacional Negra. Tampoco es cierto que fueran mercenarios, como tantas veces se ha dicho: fueron allí no por dinero sino por amistad y lealtad, porque eran amigos de Don Sixto, o a lo menos amigos de Delle Chiaie, que entonces era amigo de Don Sixto —desde hace tiempo, según Milà. Teniendo en cuenta el carácter internacional y semi-mercenario de estos guerrilleros ultraderechistas, no sería descabellado pensar que por donde S.A.R. entró en contacto con esta gente fueron sus aventuras en Portugal, Mozambique y Angola.
Y que nadie diga que Milà miente y que Don Sixto no conociera a nadie de esa gente. Para empezar, Milà no tiene ninguna razón para mentir, siempre habla bien de Don Sixto y nunca lo implica en ningún proyecto criminal, antes bien se encarga de exculparle tanto en lo referente a Montejurra como en cualquier otro asunto. Ese amigo con el que convivió dos meses en su apartamento de París15, de «modales refinados, educación exquisita, aspecto extremadamente agradable, un hombre de mundo (…) al que nunca agradeceremos suficiente los desvelos que tuvo por nosotros durante nuestra estancia en París»16, resulta evidentemente del aprecio de Milà aun después de todos estos años. A todo ello se le añade que su testimonio esté perfectamente corroborado por Delle Chiaie y por la evidencia fotográfica. Por lo demás, su colaboración con el neofascismo europeo es lo suficientemente amplia como para que pueda probarse más allá de los testimonios personales.
Esto explica, entre otras cosas, el alejamiento de Tejada del sixtinismo, que temporalmente le enganchó en algún momento del 75. Como ya hemos dicho, hay una nota doctrinal de ese año escrita por él que justifica el papel de Don Sixto como Abanderado y, lo que es más, le propone como Rey de las Españas17. En particular, afirma que «puesto que por amor de patria (…) los españoles hemos de luchar por la pervivencia de las Españas, ha de haber quien recoja la bandera caída; quien sea hoy abanderado de la tradición y mañana sea Rey, una vez realizada la hazaña de reatar el hilo de la Tradición perdida», y termina la nota diciendo que «S.A.R. el Príncipe don Sixto de Borbón es así el único legítimo Abanderado de la Causa y el Rey que las Españas necesitan». Es esto extremadamente interesante, porque es la primera proclamación que conozco de la causa de Enrique V, pero deja en una situación un tanto oscura el momento en el que Don Sixto debiera convertirse rey. La idea es que, abanderando de hecho la causa, gane el derecho regio, pues «con esta hazaña necesaria y salvadora ganará la legitimidad de ejercicio que luego será causa de la legitimidad de origen». Sin embargo, esta nota no se publicó, y ni en el 75 ni mucho más adelante vemos rastro de una proclamación real de Don Sixto.
Así, lo que parece que ocurrió es que Tejada presentó en una nota privada su opinión del camino que la causa de Don Sixto debía seguir, y esta propuesta fue ignorada. Presentar ahora esa nota como la interpretación auténtica del acto del 22 de septiembre del 75 es falsario. Para empezar, Tejada ya se había apartado de Don Sixto para otoño del 76, si atendemos a una carta pública a La Vanguardia del 17 de octubre de ese año, donde dice que «no hay que confundir a S.A.R. don Javier de Borbón-Parma, quien merece mis mayores respetos personales y jurídicos, con su descendencia, para la que mis estudios me vedan respetos jurídicos (…) Yo soy fiel a S.M. el último rey legítimo don Alfonso Carlos I»18. En el 77 se presenta y luego retira de las elecciones por la Alianza Nacional 18 de Julio, lo cual el addendum neo-sixtino de la Breve historia da a entender que hace por cuenta de la Comunión Tradicionalista, lo que no puede estar más lejos de la verdad siendo que la Comunión Católico-Monárquica-Legitimista se crea el 27 de abril de ese mismo año19. En cualquier caso, a partir de a lo menos 1977 sólo opera en el ámbito de la CCML y rechaza a Don Sixto. ¿Sería demasiado aventurado pensar que quien le pareció a Elías demasiado franquista no fuera Piñar —en quien eso ya se daba por supuesto—, sino Sixto? Sea como sea, que a un purista como Tejada las alianzas cuestionables de Don Sixto le apartaran de la Comunión no tiene nada de sorprendente. Y quizás tampoco sea demasiado aventurado imaginar que, habiendo creado todo su pensamiento político en torno a la oposición entre España y Europa, no pudiera soportar un Príncipe tan receptivo a la dimensión europea, por usar las palabras de Milà20.
También se hace comprensible, una vez se conocen las simpatías de Don Sixto, que la «rebelión» antisixtina de parte de la Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista fuera liderada por Domingo Fal-Conde Macías, siendo que los Fal Conde siempre fueron del ala más antifranquista del carlismo. El principal testimonio de lealtad a Don Sixto, en cambio, proviene de Juan Sáenz-Díez, que se sentía lo suficientemente cómodo en esa alianza como para ser uno de los oradores junto con Blas Piñar de aquel célebre acto de 1980 en la Plaza de Oriente de Madrid:
¿Qué más hace Don Sixto esos años? Por lo pronto, en las primeras elecciones europeas de 1979 toma parte en la campaña a favor de la coalición de la Euroderecha21, que unía a Fuerza Nueva con el Movimento Sociale Italiano y al Parti des Forces Nouvelles —una escisión radical del Frente Nacional donde podía encontrarse lo más granado del fascismo francés. Lo que es más, parece que esa coalición se forjó en el Châteu de Lignières22. Debe notarse que la coalición de la Comunión Tradicionalista con Fuerza Nueva era a efectos puramente españoles y que Fuerza Nueva no se presentaba a esas elecciones —España no era aún parte del bloque europeo—, por lo que la participación de Don Sixto en esa campaña no podía ser sino por afinidad personal y directa. En particular, según el presupuesto público del P.F.N., Don Sixto contribuyó a la campaña con 150.000 francos de entonces23, lo cual al cambio actual —según me dice, lo confieso con vergüenza, chatgpt— serían unos 153.000 euros. Si alguien tiene un cálculo mejor que lo presente. En cualquier caso, me pregunto si la Comunión Tradicionalista alguna vez recibió tanto dinero del bolsillo de Su Alteza, sobre todo a partir de 200124. Asimismo, el 11 de noviembre de 1979 Don Sixto toma parte en el congreso del P.F.N., donde es elegido presidente del Comité de Soutien de la candidatura presidencial del neofascista Pascal Gauchon25.
Sin embargo, sus conexiones con el fascismo europeo no acaban allí. 1979 fue un año movido para S.A.R. Y es que Ernesto Milà también nos informa de que Don Sixto fue el presidente de L’Institut de recherches et d’études politiques (IREP), asociación a cuyo cargo se publicaba la revista Confidentiel, que durante tres años sirvió como eje organizador del fascismo europeo:
«Se trataba simplemente de crear una red internacional cuya “tapadera” fuera una revista de geopolítica y que nos permitiera movernos de una frontera a otra con alguna excusa. En Francia la iniciativa la patrocinaban Gérard Pencionelli y Jean Marc Brissaud, ambos procedentes de Occident y luego dirigentes de Ordre Nouveau de donde pasaron al PFN. En Italia, el motor era Adriano Tilgher, presidente de Avanguardia Nazionale. En España, el responsable era yo que, al mismo tiempo me encargaba de las ediciones argentina y chilena, traslación literal de la española. La revista era trimestral. Al frente de todo esto se encontraba un conocido miembro de la nobleza europea con el que yo había residido durante el verano de 1980 en su lujoso apartamento de la Place des Invalides. Su palacete estaba a hora y media de París hacia el sur. Por ahí había venido el problema que me llevaba a París»
«Se trataba de una revista de unas 100 páginas en formato holandés a dos columnas abundamentemente ilustrada y con una cuidada maquetación, dedicada al análisis político internacional. En una estancia de la oficina se situaba la redacción y los archivos de esta publicación que salió trimestralmente durante tres años en cuatro ediciones nacionales, francésa, italiana, española y argentina. Oficialmente la revista estaba publicada por el IREP, Instituto de Investigaciones y Estudios Políticos, presidido por Sixto Enrique de Borbón-Parma. En abril de 1980 salió el primer número de la edición española de la que yo era el responsable»
«El grupo Confidentiel, en realidad, el IREP, era otra de estas redes que se beneficiaba de la existencia de una revista extremadamente bien hecha tanto en forma como en contenido. El hecho de que existieran cuatro ediciones nacionales facilitaba los contactos y los desplazamientos y el hecho de que se tratara, aparentemente de una revista y no de un partido, favorecía el que se pudiera llegar a cualquier instancia con su tarjeta de visita.
Todo este conglomerado aparentemente confuso, muy bien definido para nosotros, pero que para los medios y para los servicios de seguridad del Estado, constituía una trama opaca y extremadamente difícil de penetrar a la vista de los años de conocimiento que unían a unos y otros de sus miembros. A finales de los 70 y principios de los 80, todo este ambiente estaba en efervescencia, cada parte de cada red estaba operando en su área de influencia. Seguian los contactos y, de paso, se teorizaba una estrategia internacional. Uno de los foros que facilitaban el intercambio de ideas y la cristalización de esa estrategia fue la revista Confidentiel»26
Otra fuente pone como fecha exacta de creación del IREP el 29 de diciembre de 1979 y pone a Don Sixto, además de fundador y jefe del IREP, como su principal financiador27. También es muy interesante el testimonio de Delle Chiaie, quien dice en sus memorias respecto de esta revista que «Sixto de Borbón Parma era un promotor entusiasta del proyecto»28. Es decir, que no sólo colaboró con el neofascismo, sino que estuvo en el eje de la actividad neofascista en Europa al menos mientras se publicó a su cargo la revue Confidentiel. Curiosísimamente, en la página oficial de facebook de Don Sixto, que está llevada por gente de la Secretaría, se publicaron en 2017 unas fotografías de la primera edición del Confidentiel, donde se puede ver a Don Sixto en la direction et rédaction en chef, y entre los colaboradores a varias figuras del mundillo anticomunista europeo, algunos fascistas y otros no tanto:
En conjunto, uno no puede sino pensar que la actividad de Don Sixto al frente de la Comunión Tradicionalista en aquellos años —al menos desde su expulsión de España en 1976— era sólo una parte de su actividad política, y quizás no la principal. Uno llega a preguntarse si el neofascismo no se correspondía más estrechamente con su inclinación personal, si atendemos al hecho de que Delle Chiaie lo veía como alguien que «compartía nuestra línea doctrinal (…) el hombre adecuado para guiar un movimiento nacional revolucionario». A este respecto quizás sea oportuno mencionar cierto suceso que presenta Rodón en la tesis ya varias veces mencionada, donde cuenta que, en la reunión en la que se preparó el manifiesto de Don Sixto de abril del 76, «el autor de este trabajo, con el beneplácito de todos los asistentes, sugirió la necesidad de que, en el Manifiesto, se condenara no sólo al marxismo sino a cualquier clase o tipo de totalitarismo. Don Sixto cortó, en este punto, el diálogo manifestando que él sólo quería condenar, al marxismo»29. Igualmente puede señalarse lo que nos dice Milà de que «era más accesible, menos complicado, más directo, especialmente para los que lo tratábamos como un camarada, más que como Alteza Real». Luis Infante (q.s.g.h.) habría querido matar a quien llamara camarada a S.A.R. Sixto Enrique, pero sospecho que Sixto nunca se molestó en corregir a sus fratelli fascisti. También pueden presentarse algunas pruebas en dirección contraria, como luego veremos. Pero, sea como sea, no creo que presentara ninguna objeción cuando, según nos cuenta Milà, en una cena de camaradas un yanqui «hizo un comentario insolente sobre Mussolini, el peor posible en el peor momento a la peor gente que podía recibir aquel comentario», y terminó expulsado a patadas del establecimiento
Finalmente, su actividad al frente de la Comunión Tradicionalista pasa por un largo paréntesis de 20 años al menos desde el fin de la coalición con Fuerza Nueva en 1981. Como se ha señalado más arriba, ya en 1980 una parte de la Junta de Gobierno de la CT liderada por Fal-Conde Macías pretende desconocer la autoridad de Don Sixto. En 1981, terminada la Unión Nacional con Piñar, se organiza una reunión de disconformes en el Escorial del 1 al 3 de mayo, en la que se realizan nombramientos sin atender a las disposiciones de Don Sixto30. La actual Comunión Tradicionalista considera, por supuesto, que estos nombramientos fueron nulos e ilegítimos. Como prueba de la autoridad ininterrumpida de Don Sixto sobre la verdadera CT señalan un telegrama de 1984, al que han venido a titular «Carta disponiendo la reorganización de la Comunión Tradicionalista». Conviene presentar el telegrama en su integridad:
«Acabo de recibir el telegrama de don Ángel Onrubia, dándome el pésame por la muerte de mi querido sobrino, en su nombre y en el de la Comunión.
Acepto muy agradecido el pésame personal, pero no reconozco jefes que no hayan sido nombrados por mí. Así que no puedo menos de lamentar que estas tristes circunstancias sean, bien a pesar mío, una ocasión más de recordar que exijo de manera firme la dimisión de cualquier jefe que se haya autonombrado o se pretenda elegido por cualquier junta pseudo-democrática, que en ningún momento puede corresponder con la ética y la tradición carlistas.
Espero siempre una buena respuesta, demostrando su lealtad a la Santa Causa y a la Dinastía, y designo a don Carlos Cort Pérez-Caballero para recibir las contestaciones.
Sixto Enrique de Borbón
París, 15 de Mayo 1984»31
Quien lea con atención notara que falta una cosa: la disposición de ninguna reorganización de la Comunión Tradicionalista, el que se supone es el objeto de la carta. En el addendum a la Breve historia dicen que «Todavía en 1984 sustituye a Sáenz-Díez con Carlos Cort Pérez-Caballero en la Jefatura-Delegada»32. Esto es pura fantasía. La carta dice claramente que designa a Pérez-Caballero PARA RECIBIR CONTESTACIONES. ¿Dónde está ahí la reorganización? ¿Dónde está la Jefatura-Delegada? Don Sixto se limita a decir que no reconoce el liderazgo de la CT del 84, lo que implica sin duda cierta reivindicación de autoridad, pero nada más. Y, lo que es más, esos nombramientos ilícitos se habían dado HACE TRES AÑOS, en mayo de 1981. ¿Cómo puede ser que el Abanderado tardara tres años en responder a una usurpación de su autoridad? Eso no tiene ningún precedente en el gobierno de la Comunión Tradicionalista por sus reyes desde Carlos V hasta Don Javier. Lo cierto es que desde 1981 hasta 2001 no hubo ni un gobierno efectivo de Don Sixto sobre su Comunión ni una representación permanente de Don Sixto en España. La idea de una Comunión Tradicionalista permanentemente liderada por Don Sixto desde 1975 una invención etérea.
El resumen de estos años que nos presenta el addendum es que
«En esos años, hasta mediados de los años ochenta, Don Sixto se mantiene activo en la política y en la vida social españolas (…) La Comunión ha declinado (…) sin embargo, sigue congregando a la mayor parte de los carlistas, pese a que subsisten otros grupúsculos como los restos mínimos del llamado octavismo y la pretendida Regencia de Estella (a través de su partido Unión Carlista).
Unas reuniones promovidas por el carlista valenciano Vicente Febrer Roig con la intención de aproximar a todos esos grupos se concretan finalmente en un congreso celebrado en San Lorenzo de El Escorial el año 1986, del que surge una Comunión Tradicionalista Carlista, que recibe los registros de la Comunión Tradicionalista, la Unión Carlista y la Comunión Católico-Monárquica Legitimista. Algunos de los miembros de la Comunión Tradicionalista acuden autorizados por Don Sixto. Sin embargo, en los primeros compases de la nueva organización, se comprueba que no existe intención de seguir a Don Sixto y que en varias cuestiones, pero singularmente la religiosa, la unidad católica es objeto de simples reconocimientos verbales pero no sustanciales. De manera que personalidades como Rafael Gambra, Alberto Ruiz de Galarreta, Carlos Etayo, José Arturo Márquez de Prado, Salvador Ferrando, etc., la abandonan casi de inmediato. También otros más jóvenes como Miguel Ayuso.
Don Sixto Enrique, entre tanto, y pese a los desaires que sufre por esa nueva organización, continúa su acción incesante en los distintos rincones de la Cristiandad: en Francia, hereda de su padre un grupo de legitimistas que rechazan tanto la solución dampierrista como orleanista (…) en el Ultramar, que recorre con frecuencia y donde mantiene trato con lo más granado del tradicionalismo local. Llevando siempre la bandera del Carlismo. No deja España, aunque espacia sus viajes (…) En 1992 se reúne con una delegación carlista en Versalles (…) Luis Infante, sobre todo, que no ha dejado de participar en la Comunión Tradicionalista Carlista, sigue en estrecho contacto con el Príncipe.
(…)
La reunión de septiembre de 1995 puso en evidencia la necesidad de reconstruir la Comunión Tradicionalista, ante la deriva irrelevante y heterodoxa de la organización nacida en 1986»33
Vayamos por partes. En primer lugar, y según se confiesa en estas mismas páginas, Don Sixto se mantiene activo en la política y en la vida social españolas hasta mediados de los 80, ergo Don Sixto no se mantiene activo en la política y en la vida social españolas desde mediados de los 80. Más bien desde principios de los 80, diría yo, si tardó tres años en mandar un telegrama para responder a un golpe de Estado en la Comunión. Lo que es más importante, en el 84 ni nombra jefes ni reorganiza nada, sino que la Comunión Tradicionalista, según parece, sigue su curso con los jefes usurpadores. Si así no fuera, sería necesario demostrarlo con los decretos que nombren a Pérez-Caballero Jefe Delegado (de verdad, y no mero receptor de comunicaciones), y los distintos decretos de Pérez-Caballero en los que reorganice la estructura de la Comunión. Si se encontrara prueba de esa actividad jerárquica sixtina, estaría bien también saber quién actuaba bajo esa disciplina y quién bajo la de la jerarquía que Don Sixto desconoció en 1984.
Esa Comunión, supuestamente de obediencia sixtina, congrega, según dicen, a la mayoría de los carlistas. Sin embargo, al señalar a los grupúsculos disidentes, se olvidan de mencionar a la Comunión Católico-Monárquica, a la que sin embargo cuentan en el párrafo siguiente entre los que se reúnen en 1986. El número de miembros que tuviera lo desconozco, pero quizás la existencia de la CCML les resulta incómoda porque fue fundada por Elías de Tejada y fue su última lealtad —jamás he hallado ninguna prueba de lo contrario—, y porque varias de las cabezas de fila del neo-sixtinismo anduvieron por la CCML durante unos cuantos años.
En cualquier caso, cuando se llega al asunto de las reuniones del 86 llegamos al colmo del estupor. En primer lugar, la historia que se nos ha repetido durante años es que la base de la Comunión Tradicionalista es la lealtad al Rey (o al Abanderado, o al Regente, o lo que sea), que no hay carlismo sin pretendiente, etc. Ahora, de repente, resulta que, en un desliz, «surge una Comunión Tradicionalista Carlista, que recibe los registros de la Comunión Tradicionalista». A esta reunión «algunos de los miembros de la Comunión Tradicionalista acuden autorizados por Don Sixto». Acudir a una reunión es una cosa, pero los que asisten hacen algo más que acudir: se unen formalmente y aceptan unos estatutos. Y, firmando lo que firmaran para crear la CTC, no son «algunos miembros» los que toman parte en ese acto ecuménico, sino todos los miembros, corporativamente representados por quienes fueran a esa reunión del 86 por cuenta de la CT. Por lo demás, ¿esa CT es la que obedece a Don Sixto o la que obedece a los jefes repudiados en el 84? ¿O será que ambos van revueltos, y cada uno decide en su fuero interno si Don Sixto es o no el Abanderado? En cualquier caso, de esa reunión la CT vino a unirse a un grupo en el que cada uno decidía si Don Sixto era o no Regente, Rey, Abanderado o un cualquiera. Teniendo en cuenta que esto va contra todos los principios de la Comunión Tradicionalista, parece que merece explicaciones más extensas.
Y no basta para explicar el asunto con decir que las personalidades que después andarían por la nueva CT «la abandonan casi de inmediato». Para empezar, ¿es eso verdad? Habría que comprobarlo. En marzo de 1988, por ejemplo, escriben en el boletín de la CCML Galarreta, Casariego y Miguel Ayuso (bajo el seudónimo de Miguel de Sigüenza), como puede verse:
Gambra creo que también escribió en la CCML durante largos años, lo que no sería particularmente llamativo si se piensa que fue de los primeros en desconocer la autoridad de Don Javier por colaboracionista del franquismo, y en los 70 se adhería a las posiciones antiparmesanas de Tejada que luego resucitarían en la CCML, como puede verse en la edición de 1971 de ¿Qué es el carlismo?:
Habría que ver hasta cuándo anduvo con esas compañías. En cualquier caso, el mismo addendum reconoce que Luis Infante, el más sixtino de los sixtinos, estuvo en la CTC hasta más allá de 1992. Se mire como se mire, esto no puede pintarse como una cosa momentánea: no hay ningún precedente en la historia del carlismo en el que durante años se permita la doble pertenencia en organizaciones sedicentes carlistas que no reconocen al Príncipe. Por lo demás, es bastante absurdo pintar que la gente se fue cuando «se comprueba que no existe intención de seguir a Don Sixto». Las mismas bases de la unión sentaban que esta no implicaba la aceptación de ningún pretendiente antes que ningún otro, por lo que, si la persona de Don Sixto era esencial, sencillamente no se habría cerrado el pacto.
En cualquier caso, no podemos sino darles la razón cuando dicen que S.A.R. «continúa su acción incesante en los distintos rincones de la Cristiandad», pero encontramos ausencias inexplicables en esta lista de actividades. Parece que se hayan olvidado de mencionar su notoria militancia en el fascismo europeo. Dicen también que «hereda de su padre un grupo de legitimistas que rechazan tanto la solución dampierrista como orleanista», dato con el cual no sé muy bien qué hacer, porque Don Sixto ha rechazado más de una vez el legitimismo francés de todo pelo, proponiendo en cambio la «tesis interruptiva», que, hasta donde sé, propuso por primera vez en un comunicado de 1989 que se reproduce en el libro Secrets de Princes (2009)34, y que vale la pena traducir porque lo que dice es digno de meditarse en relación al caso español:
«Todas las leyes fundamentales que rigen la sucesión dinástica están subordinadas a la principal, según la cual «el Rey no muere en Francia», lo que significa que la legitimidad del Soberano reside en la continuidad del poder reinante. Si bien en su momento el concepto de la primogenitura a todo precio era un principio estabilizador en el cuadro de una monarquía efectivamente reinante, no puede ser más que un principio desestabilizador por acrobático cuando se aplica fuera de toda continuidad del poder real, como es el caso desde hace más de un siglo. He ahí por qué hoy ningún príncipe puede argüir una legitimidad exclusiva en su favor. Que gane el mejor.
Sixte-Henri de Bourbon-Parme
L’Événement du jeudi no 245. 13-19 juillet 1989»
Es posible que esta respuesta no sea más que puro sentido común. En cualquier caso, heredara o no de su padre un grupo de fieles legitimistas (¿hubo Blancs d’Espagne parmesanos hasta los 80? ¿de verdad?), lo que creo que no heredó de su padre es su grupo de camaradas, y entre los primeros y los últimos que cada uno estime a quiénes prestaba más atención. Quizás es que pensaba lo mismo que la Reina Margarita, según la cual «Todos los Blancs d'Espagne son unos chiflados o unos majaderos»35. En cualquier caso hay que decir que su actividad en el ámbito del realismo francés es cuanto menos confusa, como veremos más adelante.
Por lo demás, lo de que «No deja España, aunque espacia sus viajes» tiene que ser uno de los eufemismos más espectaculares que haya visto en mi vida. También podríamos decir que desde 2019, la última vez que Don Sixto pisó España, está espaciando sus viajes. Aunque según los más entendidos Las Españas se confunden con el Universo, con lo que también es posible que nunca haya salido realmente de ellas.
Por lo que respecta a las actividades de Don Sixto de esos años, cuesta encontrar información sobre algunos períodos. Pero lo cierto es que, como se puede extraer de ese mismo texto neo-sixtino, la actividad de Don Sixto en España durante veinte años fue prácticamente nula. No puede llamársele Abanderado si no abanderó nada. Tejada —que no creía en los derechos dinásticos de los hijos de Don Javier— propone en su famosa nota en el 75 que Don Sixto gane su derecho regio mediante el ejercicio efectivo del liderazgo tradicionalista. Ahora bien, no ejerció ese liderazgo durante un largo tiempo, con lo que difícilmente podrían asentarse sus derechos sobre la teoría que presenta esa nota doctrinal. Ya que algunos en la ex-Secretaría son tan estrictos con la legitimidad de ejercicio y se piensan que se puede ir apuñalando alegremente a los reyes que flojeen en los principios de la estricta observancia, me parece a mí que un Abanderado que tarda tres años en responder a una usurpación de su poder y que está mientras tanto más ocupado en el extranjero organizando redes neofascistas, ha perdido el derecho de abanderar nada si alguna vez lo tuvo. Al menos si se juzga con la misma medida con la que después pretenden medir al resto de tradicionalistas.
Aun así, es indudable que Don Sixto se mueve en el ámbito del tradicionalismo católico —del cual no salió del todo ni en el auge de su colaboración fascista— durante los años 80 y 90, aunque no hay motivos para creer que en algún punto en toda su vida aceptara simplíciter el pensamiento sedicente ortodoxo que a partir de 2001 su Secretaría venderá como requisito para la comunión con el monarca. Si bien hay motivos de peso para considerar la posibilidad de que tuviera una etapa de juventud genuinamente fascista, Don Sixto ha sido claramente un Príncipe tradicionalista en su actividad pública. Ahora bien, dentro del tradicionalismo, difícilmente puede negarse que Don Sixto perteneciera —con distinta intensidad en distintos momentos— al ala abierta al fenómeno fascista.
De entre sus años de oscuridad es muy de notar que asiste a las consagraciones de Êcone de 1988 —en primera fila— acompañado de Luis Infante y José Ramón García Llorente.
Parece probable, por tanto, que S.A.R. tuvo a Infante por amigo y confidente mucho antes de que hubiera entablado relaciones con el resto de sus futuros secretarios. Dicen algunos que a lo largo de los 90 Luis Infante fue la llama del sixtinismo en España. ¿Es posible que fuera él quien en el 84 le convenció de dar testimonio de sus derechos, comunicando que desconocía a la jefatura de la CT? ¿Es posible que Infante le convenciera también de relanzar el proyecto sixtino en 2001? Quién sabe. Sin embargo, tendremos la oportunidad de ver que su lefebvrismo —como por otro lado su tradicionalismo en general— parece haber sido de un sabor sui generis. Por lo pronto, y si bien en el período 1976-1981 en París solía aparecer por la misa de la FSSPX en Saint-Nicolas de Chardonnet36, los domingos asistía regularmente a la misa de la misión italiana de París en la Chapelle Notre-Dame-de-Consolation, que no ofrecía la misa tradicional37. Por lo que respecta a la posición más estricta y en principio oficial de la FSSPX, según la cual en ningún caso sería legítimo participar en ninguna misa nueva —sea como sea que se celebre—, no parece que la haya sostenido nunca. Sin perjuicio de su constante y notorio apoyo a la Fratenidad, que nadie pone en duda, no ha tenido problema en asistir a misa nueva en ocasiones significativas, como sea en el mismo 88 por la inauguración de una estatua de la Virgen en el Valle de Oise38, y otras varias veces en tiempos más recientes39.
Por lo que respecta a sus posicionamientos políticos, ya en el 81 era reconocido como carlista según testimonios de algunos observadores desinteresados, con lo que, por amplia que fuera su colaboración con el neofascismo, no parece poder sostenerse que llegara a adoptarlo como ideología propia, o al menos no más que por una corta etapa40. En 1989 participaba en los actos organizados por el realismo francés del entorno de la FSSPX contra el bicentenario de la Revolución francesa41, en 1993 asistía en primera fila al homenaje por el bicentenario del martirio de Luis XVI42, y en ese mismo año del 93 aparecía en un talk-show francés, Le Divan, donde terminaba con un encendido e inspirado alegato por la monarquía capetiana43. En 1994 da un discurso en la Society of King Charles Martyr en Pennsylvania, en la que habla, según sus organizadores, «on kingship with allusions to the writings and speeches of kings he admired, particularly Charles I, Louis XVI, and Czar Nicholas II»44. Todo ello es de un indudable signo tradicionalista.
Sin embargo, lo cierto es que la causa dinástica de Don Sixto estuvo en letargo por largos años hasta el 2001. En la misma entrevista de 1993 en la que defiende el realismo francés, lo presentan como «ancien prétendant au Trône d’Espagne» y Don Sixto no levanta una protesta. Eso permite comprender que resulte difícil o imposible encontrar algún texto anterior a 2001 época por parte de los que después serían líderes del sixtinismo, en el que se reivindiquen los derechos de Don Sixto como Regente, Abanderado o Rey. Más bien, nos encontramos textos como este de Miguel Ayuso en Sobre el tradicionalismo carlista y su sino45, del año 2000:
¿Cómo? ¿Se ha extinguido la dinastía que custodia la legitimidad? ¿Las siguientes sucesiones son discutidas? ¿Se dificulta en grado sumo hallar un abanderado? ¡Pero si yo pensaba que Don Sixto nunca cesó en su gobierno de Las Españas minimísimas! Esto parecería ir en contra también de lo que dice el addendum de que ya a mediados de los 90 se estaban fraguando planes para revivir el sixtinismo. Si «en julio de 2000 estaba todo dispuesto, a falta de los últimos retoques»46, parece que no habría buen motivo para decir lo que Ayuso dice aquí. También es posible que hubiera algunos planes fraguados pero Ayuso todavía no fuera parte de ellos. A saber. En cualquier caso, yo me limito a pedir artículos y conferencias de los futuros líderes del sixtinismo en los que su lealtad sixtina apareciera antes del 2001. Por lo pronto, si uno busca en la revista Verbo por «Sixto» no encontrará menciones del Príncipe antes del 2001, salvo el mensaje que mandó en 1998 en homenaje a Rafael Gambra, mientras que a partir del manifiesto de 2001 encontramos las menciones por decenas.
Sin embargo, hay una persona que sí sabemos que no reivindicaba los derechos al Trono de Don Sixto en los años 90: esa persona es Sixto Enrique de Borbón. Y es que, en una entrevista de 1994, DON SIXTO AFIRMA EXPRESAMENTE QUE LA DINASTÍA CARLISTA ESTÁ EXTINTA. En efecto. En la revista trimestral (vinculada a la Nouvelle Droite, pero eso ya va de suyo) Enquête sur l’histoire de 1994, en su número de verano, Don Sixto recibe una pregunta sobre el carlismo y contesta como sigue:
«— Su familia no sólo ha estado mezclada con la historia de Francia y Austria, sino también con la de España. El movimiento carlista ocupó la historia de ese país en el siglo XIX. ¿No han sido los actores algunos de sus ancestros?
A la muerte del Rey Fernando VII, en 1833, un golpe de Estado pone a su hija Isabel II [sic] en el Trono en detrimento del sucesor legítimo, Don Carlos. Sostenido por una parte del pueblo y del ejército, podría haber reconquistado el Trono a lo largo de la guerra civil que siguió. Si no hubiera sido por Inglaterra, que sostenía a Isabel e intervino con su flota. Carlos VII, nieto de Don Carlos, emprendió en 1872 la tarea de reconquistar su Reino desde Navarra. Una vez más, el movimiento carlista fracasará frente al poder material de sus adversarios. Alfonso Carlos I fue el último heredero carlista y murió en el exilio en 1936. Designó a mi padre como su sucesor a la cabeza del movimiento. Nuestra Casa era la única que no había reconocido a los usurpadores. Desde los primeros días del alzamiento nacionalista [sic] de 1936, cien mil campesinos, voluntarios carlistas, descendieron de sus montañas y se unieron al movimiento con sus fusiles y sus boinas rojas. Esos Vandeanos del siglo XX formaron las célebres unidades de Requetés bajo la autoridad de mi padre»47
Para que no puedan caber dudas, aquí van las capturas de la entrevista:
Y que no se diga que S.A.R. se está refiriendo solamente a la dinastía directa de Don Carlos. Don Sixto no es tonto y sabe seleccionar las palabras: «Alfonso Carlos I fue el último heredero carlista» significa eso, que Alfonso Carlos fue el último heredero carlista. Que su padre fue designado como sucesor a la cabeza del movimiento sólo puede significar que fue designado como Regente, porque el sucesor en el Trono no se designa sino que se determina por la ley, y el Rey es Rey de toda España, no jefe del movimiento carlista, salvo en la medida en la que lo segundo se deduce de lo primero. Por lo demás, es absurdo pretender que aquí Sixto quiera decir que su padre fue designado como sucesor al Trono, porque no lo fue, sino que sólo fue designado como Regente y árbitro sucesorio sin perjuicio de sus eventuales derechos. Es imposible creer que Don Sixto no sepa eso perfectamente. Y, dado que la única designación que recibió fue la de Regente, lo que Sixto quiere decir al afirmar que su padre fue designado como cabeza del movimiento es exactamente eso y nada más, y quien dijera otra cosa está acusando al Príncipe de mentir. Por lo demás, se abstiene de mencionar absolutamente ninguna sucesión, abanderamiento o regencia en su persona. No se me podría ocurrir ninguna cosa más extraña en el mundo que un Rey destronado al que le preguntan por su causa y se olvida de reivindicar sus derechos, o hacer siquiera mención de que existan.
Este artículo no deja espacio para contorsiones: en 1994 a Don Sixto le preguntaron por el carlismo y respondió que el último heredero carlista había sido Don Alfonso Carlos y que su padre fue designado Regente, y nada más. Y nada más.
Sin embargo, el 17 de julio 2001 se publicó un manifiesto de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón por el que el Abanderado salía de su letargo para nombrar una Secretaría Política bajo la dirección de Rafael Gambra, afirmando asimismo que «esta situación de Regencia no puede ni debe perpetuarse». ¿De dónde vino aquello y qué ocurrió después?
Lo veremos en la próxima entrega, que creo será la más interesante hasta el momento.
Galarreta, Apuntes y documentos para la historia del tradicionalismo español. Tengo pendiente encontrar el volumen y la página de esta cita entre los inabarcables apuntes de Galarreta. Las itálicas son mías.
Puede leerse aquí. Es digno de subrayarse que el notario que lo verifica es Juan Vallet de Goytisolo.
Del blog de Milà, véase. También ha publicado su autobiografía en forma de dos volúmenes, Ultramemorias, pero algunas partes están resumidas respecto del texto de su blog, por lo que en mis citas me sujetaré exclusivamente a este.
Anónimo, Breve historia del legitimismo (2021), Madrid, Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, p. 160.
Delle Chiaie, S./Grinier, M./Berlenghini, U., L’aquila e il condor. Memorie di un militante politico, Sperling & Kupfer, 2012, pp. 208-209. Por lo pronto me veo limitado por lo que presenta la vista previa de los libros de google. Ya me procuraré el resto si puedo.
La Esperanza, 5-2-23, «Manuel Martorell y los sucesos en Montejurra del año 1976».
Huguette, P./Borbón, S., Secrets de Princes: un capétien au coeur de la France, Nouvelles Editions Latines, París, 2009, p. 47. Dice básicamente lo mismo en su entrevista de La Toile, nº 5, 2009, p. 8.
En el prólogo a Invierno, primavera y otoño del carlismo, de Ramón Mª Rodón Guinjoán, Schedas, 2020. Sólo lo tengo en epub, así que me abstendré de citar páginas.
Ibídem, páginas finales.
Ibídem, prólogo.
El País, 26-6-77, «Sixto de Borbón asistió ayer en Madrid a un funeral por su padre, don Javier».
Delle Chiaie/Grinier/Berlenghini, L’aquila e il condor, pp. 136-137.
Del blog personal de Ernesto Milà, «El espíritu de la legión en sus canciones (I de II)»
Arriba citado.
Diario 16, 27-4-77, «Nace la opción centro del carlismo». El titular trae coña. Orts Timoner dice en el prólogo antedicho que Tejada se decidió a montar su propia Comunión en torno a la legalización de la CT cuando Don Sixto se apoyó en cierta gente de línea heterodoxa para obtener el reconocimiento legal como partido.
No es muy difícil imaginarse hasta qué punto le habrían repugnado a Tejada actos de exaltación europeísta como el que describe Blas Piñar en La pura verdad. Tercera parte de “Escrito para la Historia”, FN Editorial, Madrid, 2002, pp. 235-236. Para 1979 el profesor ya había fallecido, pero en cualquier caso muestra el estilo que Don Sixto llevaba en aquellos años.
Las memorias de Blas Piñar tienen algunos fragmentos interesantes sobre este tour europeo en el que Don Sixto participó.
Picco, P., Liaisons dangereuses: Les extrêmes droites en France et en Italie (1960-1984), Presses universitaires de Rennes, Rennes, 2018, chap. IX, § 37: «Massimo Magliaro se souvient des réunions qui précédèrent la mise en place de cette alliance électorale, qui tente de faire exister l’extrême droite à l’échelle européenne : elles se seraient en partie tenues chez Sixte-Henri de Bourbon-Parme».
Le Monde, 25-7-1979, «Le P.F.N. rend public le budget de sa campagne européenne».
Seguramente sus finanzas han ido a peor, en cualquier caso.
Le Monde, 13-11-1979, «Le P.F.N. pose la candidature de M. Pascal Gauchon à l’élection présidentielle de 1981». Asimismo, véase aquí.
Delle Chiaie/Grinier/Berlenghini, L’aquila e il condor, p. 233.
Rodón, Invierno, primavera y otoño del carlismo, cap. 21.
Garralda Arizcun, J.F., «Eloy Landaluce Montalbán: Escritor, carlista leal y Caballero. Un español inolvidable», en Revista Arbil nº 124.
«Carta disponiendo la reorganización de la Comunión Tradicionalista», en Carlismo.es.
Anónimo, Breve historia (2021), p. 160.
Anónimo, Breve historia (2021), pp. 160-163.
Pérol, Borbón, Secrets de Princes, p. 143.
Carta de Margarita de Borbón a Tirso de Olazábal, 6 de enero de 1889, Viareggio.
Chalmin, T., «Une affaire d’Église: les débuts de l’occupation de Saint-Nicolas-du-Chardonnet», Histoire, 1994, p. 126: «Enfin les Carlistes, qui prétendent quant à eux au trône d’Espagne. Le principal d’entre eux, Sixte-Henri de Bourbon-Parme, venait même parfois servir la messe derrière Mgr Ducaud-Bourget (…) En 1994, il fréquente toujours Saint-Nicolas-du-Chardonnet».
Si bien, muy curiosamente, desde 2013 está administrada por la FSSPX.
Le Monde, 18-10-88, «L'inauguration d'une statue géante de la Vierge dans le Val-d'Oise La légion de Marie».
Al menos dos veces en 2012, por la apertura del año joánico y por el aniversario del nacimiento de San Luis: Noblesse et royauté, 6-1-12, «Sixte de Bourbon-Parme à la messe d’action de grâce en la Basilique Notre Dame des Victoires»;La Dépêche, 27-8-12, «Auch. Le roi Saint-Louis honoré à la cathédrale».
Si acaso podría decirse que sostuvo un tradicionalismo con características fascistas. Quizás en cierta época sostuvo más bien un fascismo con características tradicionalistas, o alguna especie de híbrido entre los dos que no carece de precedentes en España. Este testimonio en cuestión ha sido publicado y puede encontrarlo quien lo busque, pero no me ha parecido oportuno señalarlo aquí por razones que no vienen al caso.
Le Monde, 17-10-89, «Sur le pavé de Paris Douze mille pèlerins contre les “crimes de la Révolution”».
Point de vue, 21-1-23, «Il y a 30 ans, le 21 janvier 1993. Le bicentenaire de la mort de Louis XVI».
No puede encontrarse en streaming, pero me lo han enviado privadamente. El Príncipe se muestra con una gracia y una inteligencia digna de su alcurnia.
Ayuso, M., «Sobre el tradicionalismo carlista y su sino», en Verbo, nº 383-384, 2000, pp. 336-337.
Anónimo, Breve historia (2021), p. 162.
Enquête sur l’histoire, nº 11, 1994, pp. 12-13. La traducción y las itálicas son mías.
No dudo de ciertas buenas intenciones, pero todo ese batiburrillo de derechoides con propensión a la violencia, integristas de catacumba y chalados solo podía acabar cómo realmente acabó. La historia enseña que liderar con éxito una "coalition of the fringes" de la derecha, al estilo de Franco, es algo totalmente excepcional. Un milagro, casi. Lo normal es acabar cómo en Montejurra. Y digo todo esto respirando por la propia herida, no desde el otro bando, me crean o no.
Al final, tales incidentes y desbarajustes son tan típicos en la llamada "derecha" que tal vez la clave radique en este clásico de Anatoly Karlin:
"At some point in his or her life any rightoid with a minimal degree of introspection will have to ask why they attached themselves to a loser movement that has been losing for years, decades, even centuries."
https://archive.is/2J83j